Este título de Thierry Malandain recoge con detalle aquel ballet creado en 1907 por el coreógrafo ruso Michel Fokine y rebautizado dos años más tarde Las Sílfides. El propio Fokine se había inspirado en un ballet todavía más antiguo, La Sílfide de Filippo Taglioni, en el que, por primera vez en la historia de la danza, en 1832, la heroína había bailado con un tutú largo y sobre las puntas de sus zapatillas para parecer todavía más ligera.
Thierry Malandain considera que estos trabajos del pasado siguen de actualidad. Y los jóvenes románticos del siglo XIX que arrastraban su melancolía y tristeza en un claro de luna esperando al amor se parecen a los del mundo actual.
Entonces mantuvo el mismo argumento que Fokine utilizó: un poeta, azotado por la aflicción y buscando un ideal, cae bajo los encantos de una sílfide, esas jóvenes graciosas y mágicas que flotan en el aire según las leyendas celtas y germánicas. También guardó la misma partitura, un conjunto de piezas musicales compuestas por Frédéric Chopin en el siglo XIX.
No obstante, modifica algunos detalles con ironía: viste de la misma manera a los chicos y a las chicas, primero en negro y después con tutús blancos con pequeñas alas en la espalda. Les pone así en igualdad cuando en la época de la creación de Las Sílfides los bailarines eran mucho menos numerosos y considerados que las bailarinas. También añade a la intriga un segundo solista masculino que interpreta al lado del héroe el papel de maestro de baile. Por fin, alterna las piernas extendidas en arabesque y las diagonales de la danza clásica con movimientos contemporáneos extraños, ¡traseros o piernas al aire! Por lo tanto, como en el ballet de Fokine, el héroe vestido de príncipe acaba bailando un gran vals con la sílfide revoloteando sobre sus puntas.
Pero el claro de luna se disipa como un globo que silba y la sílfide desaparece, dejando al poeta solo y desesperado. Hoy como ayer, la felicidad sigue siendo un sueño imposible.